jump to navigation

Leyendas chiricanas: Juan de Pomoceno May 25, 2014

Posted by BPP in Leyendas, Leyendas de Chiriquí.
Tags: ,
36 comments

Juan de Pomoceno

César Samudio-Castro*

Esta es la historia de un hombre de la vida real que vivió en El Paso de la Guitarra, en San Pablo Viejo, un lugar donde decían que salía el diablo, que se dedicaba a potrear animales (caballos, burros, mulas o cualquier animal bronco que nadie se atreviera a montar). Este hombre, que se llamaba Juan de Pomoceno (posiblemente se trate de Juan Nepomuceno Venero Agnew), era muy conocido en el área de Alanje y David porque, además de mujeriego y tomador de guaro, era un excelente jinete y muy deslenguado y hereje.

Su fama de magnífico jinete era ampliamente conocida; la gente llegaba de todas partes a contratarlo para hacer trabajos especiales (montar animales montaraces o endiablados) porque sabía que éste era el único jinete que había en toda la provincia que era capaz de montar “todo lo que no se podía montar”. Dicen, por ejemplo, que cogía un macho bronco y en una sabaneta se montaba al revés y a punta de pipe de toro y de gritos doblegaba al animal, hasta dejarlo dócil como un perrito faldero. Este jinete tenía una tía que, viendo las maromas que él hacía, siempre le decía preocupada: “Oye muchacho, ¡ten cuidao!” Su respuesta siempre era la misma: “No se preocupe tía; a Juan de Pomoceno ni el diablo se lo lleva”.

Cuando Juan empezaba a amansar a un nuevo animal primero se tomaba una pacha de guaro de un solo trago; la gente se aglutinaba para ver sus acrobacias. Montaba a estos animales con silla o sin silla. Se montaba de un brinco. Se montaba cara hacia atrás; cara hacia adelante. El animal podía dar mil brincos, pero él, en vez de caerse, seguía gritándole y dándole cuero y más cuero, hasta que finalmente al animal se le quitaran las ganas de brincar. Así de agresivo era el estilo de este gran amansador de animales broncos que todo el mundo conoció con el nombre de Juan de Pomoceno.

Jinete loco, Juan de Pomoceno, Leyendas Chiricanas

Juan de Pomoceno

Se cuenta que un domingo este jinete hereje se fue a chupar, a caballo, en una parranda que había por los lados de Guarumal. Cuando el hombre que decía que ni el diablo se lo llevaba estaba de regreso, bien empetrolado, como a golpe de tres o tres y media de la mañana, sintió que súbitamente se formó una especie de tornado que hacía un gran zumbido y que venía acercándose velozmente; viene el “huracán” y va levantando a Juan de Pomoceno, con todo y caballo, por los aires; el caballo iba con las patas hacia arriba y el jinete con la cabeza hacia abajo. La gente de San Pablo que madrugaba a hacer sus labores vio, sin comprender, lo que pasaba. Sólo cuando escucharon que el jinete que iba cabeza hacia abajo comenzó a gritar: “¡A Juan de Pomoceno ni el diablo se lo lleva!” es que vinieron a deducir que a Juan de Pomoceno, el jinete deslenguado y hereje, el diablo se lo estaba llevando.

Como cincuenta veces, para darse valor, el jinete hereje gritó: “¡A Juan de Pomoceno ni el diablo se lo lleva!” Pero llegó un momento en que la cosa se puso fea, muy fea, porque el “huracán” ya llevaba muy alto al jinete y al caballo; cuando estaban como a trescientos metros de altura, Juan de Pomoceno, cabeza hacia abajo, veía los campanarios de las iglesias de Alanje, David y Dolega; veía la cima del Volcán Barú llena de bosques y neblinas; veía en las calles los carretones que servían de taxi en la ciudad de David; hizo rotar, a espuelazos, la posición de su caballo y desde allá veía a las caguamas y chichimecos que caminaban sobre la blanca arena de la finca que él tenía en la playa de Estero Rico.

Cuando Juan vio que la cosa pasó de fea a requetefea, porque el “huracán” los seguía levantando rumbo al cielo sin fin, éste exclamó angustiado: “Ay Dios mío, ¿qué es esto? ¿Pa onde es que yo voy?” El huracán (el diablo), al escuchar estas palabras, perdió el impulso y los bajó bajito; y ¡pa! los tiró a tierra. Pero los tiró donde había un espinero (araña gato, caña brava, pirales y una espina que hay en la montaña que sólo el cuero del macho de monte la resiste). ¡Boom! La gente escuchó a lo lejos el encontronazo; también oía el berrido del hombre diciendo: “Aquí estoy como amarrao. Me tienen enlazado como con unos látigos de alambre y no me puedo soltar. Y el caballo está igual. Pero, ¡a Juan de Pomoceno ni el diablo se lo lleva!”

Esto había ocurrido un domingo amanecer lunes. Casi un día y medio demoró el jinete hereje quejándose y pidiendo auxilio. El martes fue cuando vinieron a rescatarlo, porque la gente atemorizada se preguntaba qué será lo que le pasa a este hombre que está suelto en lugar limpiecito hablando de espinas y de ataduras. Como sabían lo hereje que era este hombre, dedujeron que eso no era nada bueno y entonces fueron a buscar a la madrina, que vivía en San Carlos, y al padrino, que vivía en David, para que lo desencantaran. Llegaron los padrinos y la tía y fueron a ver dónde estaba Juan de Pomoceno, hablando incoherencias y quejándose. Ese lugar era como un llano. Como un potrero clarito, pero él decía que estaba metido en una montaña y que la gente no lo veía. “Juan, Juan, ¡párate!” Él los escuchaba, pero decía que no podía moverse porque estaba amarrado y metido en medio de un espinero.

Viene la madrina y le da la mano y de una vez el jinete hereje quedó libre.

—Ajo madrina, usted sí tiene poder. ¡Cómo se rompen estos alambres con los que me amarró este hijueputa y me subió como a más de trescientos metros de altura! Pero cuando yo le dije ‘Ay Dios mío, pa onde me lleva este diablo’ vino y me bajó bajito y me jondió aquí con todo y caballo.

Pero a pesar del gran susto, Juan de Pomoceno jamás dejó de potrear animales broncos, tomar guaro y de ser un blasfemo y mujeriego; siguió diciendo hasta el fin de sus días, cada vez que tenía una situación difícil, que: “¡A Juan de Pomoceno ni el diablo se lo lleva!” Esto lo decía y hacía, pues, porque siempre se ha sabido que la mayor parte de las mujeres ha sentido y sigue sintiendo una gran fascinación por los hombres rudos, tomadores de guaro, mujeriegos y herejes…

-Fin­-

* Publicado por el autor de su libro LEYENDAS CHIRICANAS. Teléfono del autor:  66496738; correo electrónico: samudio@cwpanama.net