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Historia del Sindicato de Trabajadores de la Chiriquí Land Company agosto 24, 2008

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La voz que vibró en Barú

Flor Bocharel
Especial para La Prensa
negocios@prensa.com

En 1934, Jorge Miranda agrupó a unos 600 trabajadores para demandar un salario mínimo. En 1949, Juan Zelaya logró firmar la primera convención colectiva.

Bolívar Justiniani laboró con el SITRACHILCO como comunicador. En compañía de José Nemo Herrera producían el noticiero La voz del sindicato vía telefónica, a través de la Voz del Barú, con sede en David, en 1962.

Justiniani detalla que este era un espacio donde los trabajadores comentaban todos los acontecimientos. Ese noticiero continúa con el mismo nombre. En sus inicios el programa tenía un tiempo de duración de 15 minutos, sin ninguna cuña comercial.

«Era una ventana para reconocer a los obreros en sus luchas, pero más que nada para denunciar las violaciones a la convención colectiva», relata el comunicador.

Recuerda que entre las influencias a la idiosincrasia del porteño estaba la celebración de fiestas netamente estadounidenses. En Barú se celebraba la independencia de los Estados Unidos, el 4 de julio de cada año, con gran pompa, como si se tratara de una fiesta panameña.

Aquí se adoptaron estilos de vida característicos de esa sociedad extranjera, señala Justiniani.

La fuente recuerda que el sindicato nace como una necesidad de los obreros frente a los excesos de los administradores extranjeros. Señala que se trabajaba de manera ininterrumpida por más de ocho horas diarias.

«Los obreros salían a las 5:30 a.m. para sus puestos de trabajo alumbrándose con mechones, para cortar la fruta, y regresaban a sus residencias de noche y no había pago de horas extras», apuntó.

El sindicato surge para que se respetara la estabilidad laboral y para que las viviendas de los obreros tuvieran mejores condiciones sanitarias. «Los indígenas dormían apiñados y hacinados», dijo Justiniani.

Los primeros mártires de esas luchas sindicales fueron Rodolfo Aguilar Delgado (hoy un corregimiento lleva su nombre) y Dionisio Arrocha (el hospital lleva su nombre).

Aguilar Delgado tenía 23 años de edad cuando murió torturado por la Policía Nacional, por defender a sus compañeros trabajadores de las fincas de Cañazas e Higuerón.

Dionisio Arrocha murió en un enfrentamiento en la finca Teca, donde se dio un levantamiento de los obreros. Hubo una balacera y un proyectil tocó su cuerpo, pero antes de morir dijo «sigan adelante». Ello sirvió para que los trabajadores emitieran un periódico mensual llamado Adelante.

«Banana Panamá»

Ya Puerto Armuelles no será «Banana Republic», pero lejos de quedar en el olvido como otras regiones bananeras de Latinoamérica que desaparecieron y dejaron una estela de pobreza, los trabajadores -hoy reconvertidos en empresarios- han asumido el reto de llevar a cabo la operación.

Los trabajadores agrupados en la Cooperativa de Servicios Múltiples de los Trabajadores de la Puerto Armuelles Fruit Company (COOPSEMUPAR) adquirieron los activos de la empresa frutera, que a partir de 1989 cambió su nombre de CLC a Puerto Armuelles Fruit Company (PAFCO), subsidiaria de la Chiquita Brands, a un costo de 19.8 millones de dólares.

La transacción entre la transnacional y los obreros es el primer modelo que se registra como tal, según lo expresó la presidenta Mireya Moscoso en los actos de traspaso del 30 de junio pasado.

«Es una alianza estratégica, donde los trabajadores asumen la administración, producción y exportación de la fruta, mientras Chiquita Brands asume su papel de comercializadora exclusiva», resumió Moscoso.

Mientras que Manuel Rodríguez, vicepresidente del consorcio, señaló que se han dado nuevas concesiones, como es el precio de la fruta a 5.50 dólares el primer semestre de cada año y a 5 dólares el segundo semestre de cada año. Además, se comprará el 100% de la producción.

«Esta es una concesión que nunca ha hecho Chiquita», dijo Rodríguez.

Las ocho décadas de presencia estadounidense en la producción de banano en el Pacífico panameño también sirvieron para preparar la mano de obra calificada, dado que ahora muchos de esos trabajadores conforman la fuerza laboral cooperativa.

José Morris Quintero, secretario general del SITRACHILCO y presidente de COOPSEMUPAR, pide un cambio de actitud, pues la empresa ya no es extranjera, sino de los obreros porteños. Morris calcula que en ocho años, en el 2011, se repartirá más de un millón de dólares entre los trabajadores asociados a COOPSEMUPAR.

Fuente: La Prensa, 27 de julio de 2003.

Bananeras de Puerto Armuelles agosto 24, 2008

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BANANERAS EN PUERTO ARMUELLES

Para mucha gente que no conoce Puerto Armuelles, siempre la visualizan igual o semejante a Changuinola en Bocas del Toro, que es un poblado inserto en medio de las plantaciones de banano, sin embargo, las bananeras de la Chiriquí Land Company (Chirilanco o CLC) subsidiaria de la United Fruit Company, estuvieron localizados hacia el noreste de la ciudad de Puerto Armuelles a una distancia no menor de 7.5 km.  El banano era cultivado y empacado en las fincas y transportado por vías férreas hacia el muelle fiscal de Puerto Armuelles cada día en horas de la noche, luego de la jornada diurna y vespertina de preparación del producto en las empacadoras de cada finca bananera en producción.

Ver foto satelital de ubicación de algunas de las fincas bananeras al NE de Puerto ArmuellesLas fincas bananeras estuvieron localizadas en el distrito de Barú, corregimiento de Puerto Armuelles. Todas las fincas bananeras de la Chiriqui Land Company tenian nombres de árboles conocidos en la región.

Las fincas bananeras de la División Bananerfa del Pacífico de Panamá estuvieron localizadas en el distrito de Barú, corregimiento de Puerto Armuelles. Todas las fincas bananeras de la Chiriqui Land Company tenían nombres de árboles conocidos en la región. Fuente: http://www.andresz.com/Mapas/046%20PUERTO%20ARMUELLES.jpg

Lo más interesante de las fincas bananeras de Puerto Armuelles, además de su producción de bananos era su nombre.  Cada finca fue denominada con el nombre común de una especie de árbol de la región. Así tenemos los nombres de algunas de las fincas que existieron: Finca Corredor, Finca Caoba, Finca Almendro, Finca Sigua, Finca Quira, Finca Berbá, Finca Jobito, Finca Jocote, Finca Manaca, Finca Corotú, Finca Lima, Finca Jagua, Finca Pino, Finca Majagua.  Estas fincas están unidas físicamente a la producción bananera de la zona sur de Costa Rica inmediata con nombres de fincas tales como: Finca Cocos, Finca Laurel, Finca Caimito, Finca Tamarindo, Finca Palma, Finca Cañazas entre otras.  Todas estas fincas tanto del lado panameño como las del lado costarricense eran explotadas por la misma compañía conocida localmente como «Mamita Yunai» (que significaba la Madre United Fruit Company).

Vista de un plantación de bananos en Finca Blanco, División bananera del Pacifico en Panamá

Vista de un plantación de bananos en Finca Blanco, División Bananera del Pacífico en Panamá. Fuente: http://www.panoramio.com/photo/315170

A continuación un magnífico artículo de periodista chiricana Flor Bocharel publicado en La Prensa el 27 julio de 2003, que nos habla de la historia de las bananeras en Puerto Armuelles:

Adiós a la ‘Banana Republic’

Luego de ocho décadas de presencia estadounidense en la producción de banano, los obreros piden un cambio de actitud

Flor Bocharel N.
Especial para La Prensa
negocios@prensa.com

Fotos cortesía Chiriqui Land Co.
La bananera en sus inicios

PUERTO ARMUELLES, Chiriquí. -El 30 de junio de este año, tras ocho décadas de influencia extranjera en la producción de banano, la actividad pasó a manos de los productores del distrito de Barú.

Durante esas ocho décadas, costumbres y hasta vocablos extranjeros se arraigaron en la idiosincrasia de los baruenses y de los habitantes de la provincia de Chiriquí en general.

La producción del «oro verde», como se le llamó por muchos años al banano, nació en el distrito de Barú cuando aún esa región no tenía esa categoría, pues era una comunidad del distrito de Alanje conocida como «Rabo de Puerco».

En su libro Historia Humana y Económica de Puerto Armuelles, Miguel Miralles González destaca que la empresa Chiriquí Land Company (CLC), subsidiaria de la norteamericana United Fruit Company, se estableció en las llanuras de la costa del Pacífico limítrofe con Costa Rica desde 1927, al adquirir 17 mil acres de terreno del estadounidense C. W. Muller, y concertó contratos con la Nación para el uso del ferrocarril y la construcción de ramales.

Las tierras adquiridas por Muller pertenecieron a una empresa azucarera que se estableció en el área entre 1916 a 1928.

El primer embarque de banano se hizo a través de un muelle de cemento arrendado por el gobierno a la empresa frutera, que consistió en 750 racimos de banano despachados al puerto de San Francisco, en Estados Unidos, a bordo del vapor San José.

Las primeras fincas bananeras fueron Progreso, Las Huacas, La Esperanza Butch, La Colcha, Cedro, Los Olivos, Malagueto, Aguacatón, Aguacate, Guácimo, Berbá, Manaca, Guayacán, La Ceiba, Corredor, Sigua, Cocos, Corozo, Bongo, Bogamaní, Higuerón, Javillo, Zapatero y Burica; el primer gerente fue Henry Sterling Blair.

La actividad económica de Puerto Armuelles giró en torno a la producción bananera, pues la empresa estadounidense hizo grandes inversiones sociales en el área; de ahí viene el mote de «Banana Republic».

Influencias y aportes

La mayoría de las viviendas del distrito de Barú guardan la forma arquitectónica distintiva de la empresa extranjera: edificios de madera de dos altos, mallas contra insectos, techo de dos aguas y amplios balcones.

Perdura un club de golf, deporte considerado para privilegiados, donde muchos porteños aprendieron a jugar. La Escuela de Las Palmas, donde los hijos de los capataces, gerentes y empleados de jerarquía fueron educados.

Miralles en su libro destaca que el 15 de julio de 1927 el presidente de Panamá, Rodolfo Chiari, y Henry Sterling Blair firmaron el contrato número 13 entre la Nación y la CLC, donde se le otorgaba a la empresa el derecho de construir ramales para la explotación agrícola de banano, uniendo así los poblados de Puerto Armuelles, Progreso y David.

Se establece la construcción de acueductos, hospitales, dispensarios, radio, teléfono, telegrafía, canales de riego y muro de contención.

Miralles señala que el primer automóvil en Barú, fue un Ford de 1928, propiedad del gerente de la bananera. Las calles eran de arena. Igualmente, la empresa frutera trajo los primeros aviones en ese año: unas avionetas de dos alas que aterrizaban en la desaparecida pista de Cuervo, ubicada entre dos filas de árboles de teca.

La empresa también aportó el primer carro bomba del área. En 1930, donó un Ford modelo T, equipado con un tanque con capacidad para 60 galones de agua y una manguera de 100 pies de largo.

La empresa frutera construyó el primer hospital de Barú, donde no sólo se atendían pacientes de la compañía, sino de la comunidad en general.

En cuanto a los productos extranjeros, estos se transportaban en los barcos de la compañía para hacer peso y poder navegar hasta Puerto Armuelles a buscar banano. Por ello, los porteños podían adquirir pantalones caqui y sombreros «Stetson» a precios irrisorios.

El whisky White Label costaba 2.50 dólares la botella; la cerveza Milwaukee, 0.15 centésimos cada una, y los zapatos Flor-shein, 13 dólares el par. La caja familiar de «corn flakes» de Kellogs la obtenían a 0.25 centésimos.

Carlos Franceschi Bonilla es hoy administrador de la finca bananera independiente de Divalá Los Angeles; es hijo de Carlos Franceschi Trujillo, perito agrónomo que fungió como asistente del superintendente de finca de la CLC.

Franceschi recuerda que en la década del 50, la fruta se exportaba en tren hacia el muelle, ubicado en la ciudad de Puerto Armuelles. En esa época, los obreros ya se habían organizado en un sindicato, pero la empresa controlaba la situación por su influencia dentro de la sociedad.

Entre los privilegios que tenían los hijos de los mandadores, administrativos, gerentes y superintendentes estaba el pago de la Escuela en Las Palmas, destaca Franceschi. El mismo recibió clases en ese centro educativo de formación bilingüe con profesores traídos desde Estados Unidos. Recuerda que los salones estaban bien equipados con acondicionadores de aire para soportar las altas temperaturas de esa ciudad costeña.

La actividad económica de Puerto Armuelles giró en torno a la producción bananera, pues la empresa estadounidense hizo grandes inversiones sociales en el área.

«La rutina estudiantil comenzaba bien temprano, a las 5:00 a.m., ya que muchos alumnos tenían que trasladarse desde las fincas bananeras y debían abordar dos transportes hasta Puerto Armuelles», recuerda.

Luego de seis años de estudio, muchos de esos niños, continuaban su formación académica en Estados Unidos. Viajaban a ese país a bordo de los barcos que conformaban la flota blanca de la CLC.

Franceschi asegura que en esa época se vivían tiempos de bonanza; la pequeña ciudad de Armuelles se veía pujante, próspera, y era el lugar ideal para vivir una juventud agradable.

En cuanto al trabajo que realizaba su padre, señala que desde las 4:00 a.m., don Carlos iniciaba los preparativos para administrar mil hectáreas de banano en Finca Corredor.

El recorrido diario lo hacía a bordo de un Jeep CJ 5, vehículo que la empresa ponía a orden de los mandadores y capataces. El trabajo debía realizarse sincronizadamente entre el cultivo y la comercialización, a fin de evitar pérdidas porque el producto es perecedero.

Franceschi señala que los tiempos «buenos» fueron mermando por las constantes huelgas. Adicionalmente, la empresa ya no aportaba de buena gana privilegios y beneficios a los empleados.

Una imagen que no podrá borrar de su mente fue la primera huelga, registrada en 1960, en la que miles de trabajadores bananeros marchaban gritando consignas.

Los familiares de los administrativos se mantuvieron encerrados en el hotel de Finca Corredor.

La radio sindicalista

El Sindicato de Trabajadores de la Chiriqui Land Company (SITRACHILCO) nació el 13 de noviembre de 1960, pero antes de esta agrupación obrera, hubo algunos amagos de sindicalismo.

UNACHI, origen, presente y futuro agosto 16, 2008

Posted by BPP in Chiriquí, Educación Superior.
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Ojalá el profesor Héctor Requena,  nuevo rector de la Universidad Autónoma de Chiriquí  se convierta en un estadista universitario que transforme la maltrecha UNACHI que ha sido víctima de  una cantidad innumerable de profesores mediocres, politiqueros y clientelistas, que por su inherente incapacidad no transformaron a la UNACHI en una universidad de excelencia para el occidente del país y lo que hicieron fue copiar todas las mañas políticas y mediocridades de su universidad madre: La Universidad de Panamá.

Requena y sus seguidores están a tiempo de transformar en verdadera excelencia a una universidad que merece crecer y transformarse en el principal motor académico, intelectual, cultural, social, y de investigación para el occidente del país  y que sea orgullo de los chiricanos.

Fuera la mediocridad, los compadrazgos, el tráfico de influencias y otras lacras que tanto daño le han hecho a la UNACHI y a la Universidad de Panamá. En nuestras universidades, sin espíritu de elitismo insano, sino de humanismo y de compromiso generacional, deben estar desde los mejores barrenderos hasta los más notables intelectuales y académicos de la región, incluyendo invitados internacionales.

La UNACHI debe rechazar el uso de esta institución para ser un sitio para –camaronear –de profesionales que hacen labores tiempo completo en otras instituciones.  Para ello debe asumir un compromiso de permitirle carrera real de academia a sus profesores, sino cosechará mucha mediocridad, poca productividad intelectual que fortalezca el desarrollo de la región.

Los estándares de la UNACHI deben mejorar significativamente y ese debe ser el reto del profesor Requena.

Loor al Dr. Carlos Iván Zúñiga ex-rector de la Universidad de Panamá, prócer  creador de la  UNACHI que nunca se dejó contaminar por la mediocridad que campea en la Universidad de Panamá y su rectoría en esta casa de estudios se hizo sentir de manera positiva no sólo dentro de la institución, sino fuera de sus cercas alambradas.

Ojalá todos los rectores tuvieran la visión del Dr. Zúniga que sigue dando luces intelectuales  al país desde la sala de su hogar.  Él sigue siendo un rector de rectores.

Charco Azul

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educación superior.

Origen y destino de la Unachi

Carlos Iván Zúñiga Guardia
opinion@prensa.com

Hoy deseo ocuparme de un tema relativo a Chiriquí que se refiere al desarrollo de la cultura superior y en particular al nacimiento de la extensión universitaria y al posterior logro de la actual Universidad Autónoma.

En la década del 50 del siglo XX la Universidad de Panamá estableció en la ciudad de David un Centro Universitario con limitada gestión docente. Ese centro lo dirigió, entre otros, el notable historiador Manuel Octavio Sisnet, biógrafo insuperado de Belisario Porras.

La mayoría de sus primeros profesores procedía los fines de semana de la Casa Central y se atendía principalmente a una población del magisterio y a estudiantes de primeros años. Se buscaba esencialmente la actualización de los conocimientos y el inicio de algunas carreras. Allí mi esposa y yo, en 1958, iniciamos nuestro periplo docente universitario. Si mal no recuerdo el fundador de esa extensión fue el rector Narciso Garay, fundación a todas luces previsora y fundamental para la apartada provincia.

Ya para 1967 la Extensión se convirtió en Centro Regional y su crecimiento fue extraordinario. Su crecimiento exigía mayor descentralización porque todo el aparato administrativo, financiero, etc., dependía de las decisiones del gobierno universitario radicado en la capital.

Siendo diputado de la provincia de Chiriquí para esa época (1967), presenté un proyecto de Ley mediante el cual se creaba la Universidad Autónoma de Chiriquí. El proyecto no fue acogido por la autoridades universitarias existentes y no prosperó, pero quedó la semilla, la inquietud para que germinara en mejores momentos.

Ese momento llegó en mayo de 1991. Siendo candidato a la Rectoría de la Universidad de Panamá, en reunión proselitista celebrada con profesores, estudiantes y administrativo del entonces Centro Regional, ofrecí darle el carácter de Universidad Autónoma al existente Centro Regional. Logrado el triunfo inicié oportunamente los actos para darle concreción a la promesa electoral. Para ello obtuve la colaboración efectiva del Director del Centro, profesor Smith Camargo y de otros distinguidos catedráticos, estudiantes y administrativos.

Se designó una comisión redactora del anteproyecto de ley y luego de muchas vicisitudes, malos entendidos, rechazos y apoyos, se acordó un documento que fue presentado a la Asamblea Nacional. En el transcurso del mes de agosto de 1994 y ya a punto de terminar mi período de Rector y el del presidente Guillermo Endara, el presidente de la Comisión de Educación de la Asamblea, Elías Castillo, me hizo la observación de que el proyecto era muy largo en su articulado y que resultaría imposible su aprobación en los pocos días que faltaban para clausurar la legislatura. Me sugirió reemplazarlo por un proyecto corto.

Igual recomendación le hizo al profesor Camargo, quien nunca dejó de atender los trámites en la Asamblea Nacional. Dada la urgencia y el temor a un segundo naufragio de la iniciativa, encomendé a los profesores Camargo, Miguel González Marco, Bernardo Fernández y Dimas Lidio Pittí la elaboración de ese proyecto marco que podía salvar la creación de la Universidad Autónoma. Los profesores cumplieron su misión oportunamente y con eficiencia y el proyecto remitía a los órganos del gobierno de la nueva universidad reglamentar y desarrollar, con la debida autonomía, lo que la Asamblea Nacional no había contemplado por las razones expuestas.

La Ley fue aprobada en los últimos días de sesiones y fue sancionada por el presidente Guillermo Endara pocas horas antes de dejar el Gobierno. Mis adversarios en el Centro Regional y luego los futuros beneficiarios administrativos me señalaron como un arbitrario al desarrollar las recomendaciones del presidente de la comisión de legislación.

El próximo 30 de agosto se cumple un aniversario más de la Ley 26 de 1994 creadora de la Universidad Autónoma de Chiriquí. Esta universidad hoy cuenta con 10 mil estudiantes universitarios y con un personal docente y administrativo integrado por centenares de funcionarios.

Así mismo hoy tiene un nuevo rector, el profesor Héctor Requena. Tendrá que resolver muchas dificultades y deberá enfrentarlas con el único espíritu con el que se maneja una universidad, con el espíritu académico. Él tiene formación académica y tiene experiencia. Viene de dirigir el Centro Regional del Barú que fundé para dar a esa región de trabajadores, tan cara a mis afectos, un instrumento de la cultura superior.

En su campaña electoral, el profesor Requena recibió un trato despectivo de quienes no quieren ver a un hombre de extracción popular en altos niveles académicos. Es hijo de un dirigente sindical, ya fallecido, y líder máximo en una época del sindicato bananero. Ese hecho tan significativo y valioso lo presentaba como una credencial negativa. Era sencillamente una reacción que constituye un insulto a la inteligencia y al conocimiento. Fraguada su alma en los campos bananeros y sus pensamientos en los centros de cultura superior, el profesor Requena cuenta ahora con raíces y alas que lo harán mas consciente de su condición de maestro.

Allí está para su dirección la Universidad Autónoma de Chiriquí, más conocida últimamente por sus controversias politiqueras que por sus mensajes académicos. Y como le dije al felicitarlo: “Esos cargos pueden convertir a sus protagonistas según su desempeño, en sepulturas o pedestales”. Serán pedestales si siguen los lineamientos académicos que originaron su creación. Y también será pedestal si convierte a la Universidad Autónoma en un girasol caminante que se guía por lo ideales hacia su propia luz y con raíces en las necesidades de Chiriquí y del país.

El autor es abogado y Ex-Rector de la Universidad de Panamá